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[Historias de ciudad]La historia de un hombre para el que la ceguera no ha sido un obstáculo

Cuando quedó ciego, a su madre le decían: -Pobrecita doña Dilia, le va a tocar mantener a ese niño toda la vida, porque así cieguito…-. Pero Daniel demostró que no, y fue el primer estudiante invidente que la Universidad del Tolima recibió. Desde niño, jugaba con sus amigos a ser profesor, y tomaba una válvula y una manguera creyéndose el mejor locutor de su natal Samaná, Caldas.


Ya había escuchado de él, por sus ejercicios de concientización para sus estudiantes videntes. No sólo les enseña el Braille, o a manejar el computador con la pantalla apagada. Les venda los ojos, y los invita a cruzar la Avenida Ambalá, con la única guía de un bastón. Cuando lo busqué en la sala de invidentes de la Escuela Normal Superior de Ibagué, donde trabaja, me tomó del brazo para subir hacia un segundo piso. Me sorprendió su sentido de orientación, pues sabía dónde quedaba cada silla, cada objeto de la oficina. Dice con orgullo que es el único profesional entre nueve hermanos que, a diferencia de él, sí ven. Para sus colegas y pupilos, Daniel Quintero se ha convertido en un gran ejemplo de perseverancia, inteligencia y convicción, a la hora de demostrar que no hay obstáculos para alcanzar la felicidad, y cumplir los sueños.


Su espíritu de lucha


Fue a sus nueve años cuando Daniel Quintero sintió que la luz se le escapaba. Era de noche, y se encontraba viendo televisión a oscuras cuando: “me dio una picada en el ojo derecho…tan fuerte…tan fuerte…que yo quedé desmayado…”. El dictamen médico fue desprendimiento de retina a raíz de una costumbre tan prohibida por los padres, pero tan repetida por los niños: la de querer apreciar lo más cerca posible las formas, colores y voces de aquellos que hablan, corren y lloran en la asombrosa caja mágica.


Daniel fue llevado a varios centros de salud para que le practicaran los debidos tratamientos. Sin embargo, en una ocasión no contó con suerte, pues un grupo de practicantes de medicina le operó el ojo equivocado. Por este hecho, y otros procedimientos poco exitosos, se agravó su debilidad visual quedando ciego del todo a una edad en que apenas estaba explorando el mundo, con sus manos y pies. Daniel dice que la fuerza espiritual para asumir su condición, la halló en el propósito de querer salir adelante por sí mismo, venciendo la común creencia de atribuir incapacidad a quien no cuenta con alguno de sus sentidos.


“En una oportunidad, fui con mi mamá a Monserrate [en Bogotá]…ella se había apegado a Dios…a las creencias religiosas…cuando yo iba subiendo la loma así

invidente…mi mamá oraba para que Dios me devolviera la visión…y yo más bien le decía a él: -Dios mío, si no quieres que vuelva a ver, permíteme ser útil en la vida…que pueda demostrarle a mi familia y a mis amigos que yo puedo”. A Daniel, le atormentaba que la gente le dijera a su madre que le tocaría velar por su hijo invidente de ahí en adelante. Por ello, decidió tomar el camino de la preparación académica con valor y convicción, para construir un buen futuro.


La búsqueda de oportunidades


A su natal Samaná, llegaría la puerta que Daniel deseaba que se abriera para él. Una circular a nombre del Instituto para Niños Ciegos y Sordos del Valle del Cauca, invitaba a los padres de chicos con estas condiciones a que les permitieran realizar sus estudios de primaria y secundaria en Cali. Con el tiempo, Daniel se capacitó en el manejo de la tiflología (ciencia que estudia la ceguera y busca alternativas para la integración social de quienes la poseen), y tomó cursos para educar a invidentes.


Por convocatoria del Instituto Nacional para Ciegos- INCI, Daniel se enteró de una vacante para laborar en la seccional de Ibagué. Concursó en Bogotá, llegando a la ciudad musical en 1.982, con el también objetivo de continuar sus estudios. Ingresó a la Escuela Normal Superior, preparándose por dos años para ser docente. Luego, en 1.984, se presentó al antiguo programa de Licenciatura en Español e Inglés de la Universidad del Tolima, siendo el primer estudiante invidente en formarse en el alma mater. En un principio, dicho centro académico quiso negarle la entrada a Daniel; las directivas aducían no tener los recursos para alguien con su condición. Con al apoyo y colaboración de varias personas, incluyendo la Ministra de Educación de aquel entonces, Daniel logró hacer parte de la comunidad académica de la única universidad pública del departamento.


Desde el primer semestre, obtuvo las mejores notas por encima de sus compañeros videntes. Fue becado y se destacó por su disciplina y dedicación durante toda la carrera. No obstante, en el momento de graduarse tuvo un par de inconvenientes. “El problema mayúsculo fue cuando me iba a graduar…me exigieron hacer la práctica con invidentes…yo me opuse, pues la universidad nunca me preparó para enseñar a ciegos (aunque yo ya había aprendido por otro medio)…pero yo quería tener la oportunidad de hacer mi práctica con videntes”. Y la hizo, en el Colegio San Simón, gracias al préstamo de un grado hecho por una colega amiga.


Por fin, el día en que recibió su título, lo invadió el orgullo y la satisfacción, pronunciando unas palabras que sembrarían esperanza en muchos corazones. “Fue una alegría muy grande para mí…en el discurso, yo dije que a partir de ese

momento quería que la universidad le abriera las puertas a los demás compañeros con discapacidad visual”, deseo que con los años se ha vuelto realidad.

La proyección profesional de Daniel no sólo se encaminaría a la formación docente, que incluye una especialización en pedagogía y otra más en gerencia de instituciones educativas, sino también hacia las lides del periodismo.


La potencia de su voz y su oído


“Habían dos cosas que yo hacía con mis amiguitos en la cuadra cuando era niño: jugar a enseñar, y a ser locutor. Yo utilizaba una manguera y una válvula…hablaba por la manguera…decía la hora, y ponía un radiecito…”. Daniel estudió una tecnología en Locución y Periodismo en la ciudad de Bogotá. Durante dos años, viajó los fines de semana para cumplir con sus clases y prácticas, labores que llevaba en simultánea con su licenciatura y su empleo.


En Ibagué, su primer trabajo radial fue en la emisora Ondas de Ibagué en 1.985, con la radiorevista “Entre Todos”. Más adelante, ingresó a cadenas como Radio Súper y Radio Festival, alejándose un tiempo de los micrófonos para terminar sus estudios. A su regreso, se vincularía a otra emisora local, y haría parte de Asoprensa y de la Asociación Tolimense de Locutores- ATL, a las que todavía pertenece.


Actualmente, es director de la emisora Conectando Estéreo de la Escuela Normal Superior de Ibagué. Desde hace cuatro años, capacita a chicos invidentes para que hagan locución y aprendan el manejo de los equipos que hacen posible una radio incluyente. Con un alcance de aproximadamente 60 mts. a la redonda con los 91.5 FM, o por su difusión vía internet, Daniel y sus pupilos generan contenidos pedagógicos para personas con discapacidad. Sus voces son antorchas no sólo para ellos, sino para toda su audiencia, pues el espíritu de lucha es la principal cápsula informativa de Conectando Estéreo.


Proyectos que germinan


El día a día de Daniel, está colmado de trabajo. Es profesor del Programa de Formación Complementaria-PFC de la Escuela Normal Superior, tiene a su cargo el aula de Conectado Sentidos para la población invidente en la misma institución, es catedrático de la Universidad del Tolima y da clases en un colegio nocturno de la Ciudadela Simón Bolívar. Allí, aparte de enseñar inglés, lleva a cabo un proyecto de inclusión de población sorda y de adultos que no han podido culminar su bachillerato.


También, realiza talleres de sensibilización a niños, padres de familia y profesores en formación, con el fin de sembrar una concepción de igualdad entre videntes e

invidentes, pues las capacidades son las mismas; sólo varía el medio de aprendizaje. “A los chicos, les hablamos del respeto…les decimos que se ayuden unos con otros…que le den gracias a Dios que tienen sus ojos…que si un niño nuevo llega al salón y no los tiene, ellos les pueden prestar sus ojitos”.


En particular, con sus estudiantes videntes del PFC de la Escuela Normal, desarrolla unos módulos de enseñanza para que, literalmente, se pongan en los zapatos de quien es ciego. “Se les enseña Braille…también sistemas con la pantalla del computador apagada, es decir, todo a manera de ciegos, de tal suerte que cuando lleguen a las clases como profesores…no me vayan a excluir a los niños”. Les venda los ojos, juegan fútbol con el balón sonoro y les indica el manejo del bastón para que vivan por unos minutos en ese mundo.


A sus 55 años, José Daniel Quintero ha demostrado que para estudiar y tener un puesto estable de trabajo, sólo se necesita esfuerzo, perseverancia y ganas de salir adelante. Aunque reconoce que se merece un descanso, dice que su energía para ayudar a sus “condiscípulos ciegos” no se agota. Algunas veces, viaja a La Dorada a visitar a su familia, y sueña con regresar a su querida Samaná, cuando decida tomarse una licencia. Daniel lleva 15 años separado, y desde el primer momento, se responsabilizó de educar a sus cuatro hijos, quienes hoy, ya son profesionales. En Ibagué, lleva 33 años edificando lo que se planteó como proyecto de vida, y vive orgulloso porque a quienes lo creían incapacitado por su condición, les demostró que “sí se podía”.


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